“Contra la muerte, coros de alegría” (Porfirio Barba Jacob) “Quisieron enterrarnos pero no sabían que éramos semilla” (Consigna popular)
En febrero del presente año, la denominada Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas, creada desde la mesa de conversaciones entre el gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC-EP y compuesta por reconocidos investigadores y académicos de distintas vertientes políticas, presentó el informe final de un ejercicio relámpago que indagó por las causas del conflicto armado y las condiciones para su prolongación.
Dicho informe tocó las puertas de los grandes detentadores del poder político y económico en Colombia. Sus rostros se reflejaron en aquellas conclusiones que los señalaban, sin necesidad de nombrarlos, como instigadores del odio y principales beneficiarios de la violencia. Nuevamente tuvieron miedo a la verdad y a la paz.
Esta situación ha desbalanceado la frágil correlación de fuerza entre las élites del país que favorecía el mantenimiento de un diálogo con la insurgencia. Los grandes medios, temerosos también la verdad, fueron los primeros en aclimatar la “impaciencia” frente a las conversaciones y la “debilidad” del gobierno frente al “terrorismo”. Sólo fue cuestión de esperar el momento indicado:
- El 14 de abril las FARC-EP atacó una patrulla del Ejército Nacional en el suroccidente del país con un resultado de 11 militares muertos.
- El 15 de abril el presidente Santos ordena reanudar los bombardeos aéreos que habían sido suspendidos desde el 11 de marzo de 2015.
- El 21 de mayo la Fuerza Aérea bombardeó un campamento de las FARC-EP con un saldo de 26 muertos y cientos de personas desplazadas forzosamente.
- El 22 de mayo las FARC-EP levantan el cese al fuego unilateral indefinido, decretado desde el 20 de diciembre de 2014.
Los alentadores avances para desescalar el conflicto y que habían costado meses de diálogo y años de reivindicación por parte de los movimientos sociales y las comunidades que viven en medio de la guerra, fueron evaporados en algo más de un mes por una decisión política, el miedo a la verdad y la paz. Nuestra cotidianidad recoge sus pasos y vuelve a ser un diálogo sobre la guerra. Por eso, como jóvenes de campos y ciudades, hoy decimos #CeseAlFuegoBilateral y #ParalaGuerraNada .
La visión militar de los problemas no sólo afecta la estabilidad de las conversaciones y la posibilidad de una salida política a un conflicto armado de casi 60 años. También ha repercutido en el aumento progresivo de asesinatos selectivos a líderes y lideresas sociales y otras graves violaciones a los derechos humanos , intentando desgranar un movimiento social por la paz que no sólo exige el silenciamiento de los fusiles, sino la materialización de la paz en sus territorios, porque la paz es vivir sin hambre; paz es tener ríos y ecosistemas sanos; paz es tener tierra donde sembrar los alimento propio y del pueblo; paz es respeto por la diversidad cultural, sexual y de pensamiento; paz es ciudadanía plena para todas las personas; paz es vivir sin miedo; paz son hechos, no discursos.
Qué voluntad política puede exigir el gobierno a las insurgencias, a las FARC-EP con quien ya se abrió una mesa, y al ELN y el EPL que han mostrado también su disposición de diálogo, si una de sus demandas históricas ha sido la ampliación de la democracia y a diario vemos y nos dolemos de los y las luchadoras sociales que mueren con las manos las manos atadas a la espalda y sin otra arma que su voluntad férrea y su palabra.
Nuestra exigencia y nuestro deber histórico es no claudicar hasta construir una paz del tamaño de los anhelos de las mayorías.
Por: Colectivo Agrario Abya Yala