La Colombia invisible, dirigido por Unai Aranzadi (producido por Independent Docs para la Mundubat Fundazioa
Más me informo, y las cifras y el horror me lo confirman: quizás no ha existido en la historia humana un Estado tan violento como el colombiano. Tan solo desde la década de 1980, se contabilizan 5 millones de desplazados, más de 100.000 desaparecidos, 3.000 sindicalistas asesinados, y un promedio de 10.000 asesinatos con tinte político al año. Cifras que superan la criminalidad que vivieron los países del cono sur latinoamericano bajo las terribles dictaduras de los años 1960 y 1980.
Recordemos que Colombia, aparentemente, es una democracia.
Lo dicen la ONU y otras organizaciones internacionales de derechos humanos: la casi totalidad de muertes son producidas por agentes del Estado y sus paramilitares. La inmensa mayoría de asesinados no son guerrilleros ni sus posibles colaboradores. Bien lo expresa Unai Aranzadi, el director del documental La Colombia invisible: “Si superponemos el mapa de la presencia de las multinacionales y de los grandes megaproyectos económicos, sobre el mapa de la presencia paramilitar, veremos que coinciden perfectamente.” Además de tener más efectivos en sus Fuerzas Armadas que cualquier otro país de América Latina, se calcula que 20.000 paramilitares están bajo su mando, sembrando el terror, haciendo el trabajo sucio y financiándose con el tráfico de cocaína.
El trabajo de Unai se titula La Colombia invisible porque muestra una Colombia que no existe para los grandes medios hegemónicos de comunicación. Ellos relegan a la insignificancia el dolor y la muerte de miles y miles de humanos, quizás porque casi todos son pobres. Nada importa que se descuarticen mujeres, bebés, adolescentes y ancianos a machete o motosierra; que para desaparecer los cuerpos sean arrojados a lagunas repletas de cocodrilos, criados para tal fin, o quemados en incineradores, como lo hizo el nazismo. Hace pocos años se encontraron más de dos mil cadáveres en una fosa: el Ejército nada sabía, aunque pocos metros la separaban de una instalación militar. Esto no existe para el mundo, porque la gran prensa oculta o tergiversa. O las dos cosas.
Unai fue a Colombia, y por poco no se recupera de lo que vio y filmó. Recuerdo cuando me contó que ya tenía ese testimonio listo para ser mostrado, pero, ¿dónde? ¿En qué sala? ¿A quién le podría importar el tema? Quería hacer copias y regalarlas. Pero el contenido de su obra es tan humanamente terrible y, en especial, honesto, que ha ganado ya varios premios internacionales.
Cuando vi el documental me volvió a doler mi Colombia, repleta de riquezas como pocos países en el mundo, y con millones de sus gentes que huelen a pobreza y sufrimiento. Pero que ante cualquier esperanza de una vida mejor sonríen optimistas.
Hernando Calvo Ospina, periodista colombiano. Autor de Colombia, laboratorio de embrujos. Democracia y terrorismo de Estado, prólogo de Ignacio Ramonet, Foca, Madrid, 2008