Descargar aquí: BoletínSomos Una Abya Yala #15
Editorial
DE CONDENADXS A CUIDADORXS DE LA TIERRA.
Bienvenidas todas y todos, estamos en el tiempo del florecimiento de los pueblos. No significa que andamos recogiendo leche y miel. Significa que no la queremos. Que comemos tortillas, arepas, plátano, tubérculos al desayuno, y que nos los proveemos con nuestras fuerzas. Significa que la energía eléctrica, las redes inalámbricas de comunicación, el acceso al agua y al alcantarillado podemos proveérnoslo por nosotras y nosotros mismos afuera del monopolio transnacional energético, significa que recordamos los valores comunitarios del pasado, para evitar y contrarrestar las diferente políticas de exterminio y de silenciamiento que se reeditan desde tiempos coloniales.
Estamos haciendo los tiempos donde colapsan las pirámides, y otras son bombardeadas. Las preguntas por los orígenes de las ideas, se trasladan a cómo nuestras prácticas son el reflejo de lo que pensamos, decimos y sobre todo escucharnos entre nosotras y nosotros. Decidimos dejar de nombrar representantes, decidimos confiar y acompañar antes que señalar y pisotear, porque no hay un otro abajo, debajo de nosotras y nosotros.
Esta quinceava edición del Boletín de Somos una Abya Yala contribuye al debate de esos otros mundos posibles y, aunque nos faltaran países por mencionar, interrogarnos por cómo las luchas por los territorios y sus autonomías se hacen más locales, más propias, cómo le estamos haciendo frente a los extractivismos, todo esto, tiene que ver con una apuesta que más allá de las ideas, hace su fundamento, fondo y eco en cómo estamos decidiendo cuidar vivir y sí, como nuestro deber generacional, no extraordinario, y si más enraizado, se resume en juntarnos y hacer acuerdos en cómo disponemos de estos cuerpos con toda su fuerza y sus músicas para hacer que se regrese en el camino este planeta que está en el borde del despeñadero.
Sobre esas apuestas de cómo nos estamos juntando, la compañera Ana Lilia Félix Pichardo desde México nos comparte el siguiente análisis:
Las instituciones electorales, garantes de la “democracia” mexicana, se preparan para las próximas elecciones presidenciales. El Congreso Nacional Indígena y el Concejo Indígena de Gobierno evidenciaron una vez más, que la dignidad y la honestidad no tienen cabida en la boleta electoral del juego representativo en México. No sólo los mecanismos establecidos por el INE para la recabación de firmas fueron excluyentes, elitistas y racistas, sino que el Tribunal Electoral permitió que aspirantes, cuyos fraudes en el proceso de recabación de firmas fueron comprobados, fueran incorporados a la competencia electoral. Marichuy, vocera del CIG, obtuvo más del 90% de firmas legítimas, sin embargo, no podrán l@s mexican@s escuchar la voz colectiva de Marichuy en los medios masivos de comunicación durante la campaña. En oposición al mundo de falsas promesas con que los candidatos bombardean el espectro mediático, el mensaje del CNI y del CIG continúa siendo “Organízate y lucha; votes o no votes, organízate”. Para la realidad de “abajo”, la violencia no se detiene porque no hablen los candidatos de las más de 33 mil desapariciones forzadas; los pueblos sobreviven al despojo de sus tierras y recursos naturales; las comunidades campesinas indígenas enfrentan el exterminio de su cultura y la destrucción de su territorialidad. Es decir, la coyuntura electoral y sus resultados no frenan la guerra que se libra en las realidades urbanas y rurales, la violencia estructural se materializa en violaciones y feminicidios, desplazamientos forzados, militarización, despojo y saqueo del territorio, desapariciones, desempleo, migración, muerte. Sin embargo, contra toda lógica y probabilidad, los “abajos” se organizan y resisten contra el capital y todos sus rostros; la dignidad invita a la rebeldía y a la resistencia; hay otra forma de hacer política en una ética colectiva que escapa a la violencia individual y destructiva del neoliberalismo. La posibilidad de otros mundos es un camino que transita la palabra verdadera del zapatismo, teoría y praxis de los pueblos originarios organizados.
Mientras los pueblos originarios organizados en Cheran, Chiapas, y a lo largo y ancho de las geográficas de nuestra Abya Yala, podemos identificar esos dispositivos que ha servido para dominarnos, como la democracia representativa y darle vuelta y convertirlo en un dispositivo emancipador por creativo que fortalece la amplitud de la organización del Consejo Nacional Indígena y las redes de apoyo, dispositivos entre tantos otros como las escuelitas, los encuentros intergaláticos, los seminarios para reflexionar sobre la hidra, los semilleros de pensamiento. Claro que se han hecho muchas veces, que hay experiencias como el Foro Social, los encuentros para visibilidad de los proyectos del capital especulativo transnacional, ¿cúal es la diferencia con estos? Sencillo, que son preparados, reflexionados, llevados a cabos por los propios pueblos y responden a lo que han necesitado hacer.
Lucía Ixchiu comparte sobre la Guatemala y la vigencia de su despojo permanente.
Guatemala es un país que aún vive con relaciones coloniales de latifundio. Según el índice de corrupción calculado anualmente por Transparencia internacional, determinó que ocupa el cuarto lugar entre los países más corruptos del continente. Con un 54,8% de su población viviendo en condiciones de empobrecimiento es el tercero más pobre del Abya Yala. En materia de derechos humanos, los índices de criminalización, asesinatos y pocos avances en justicia sobre estos casos, son muy pocos y esto queda documentado inclusive por la CIDH, quien el año pasado en 31 de julio visitó al país y realizó un informe.
Guatemala es un país que vivió una guerra civil de 36 años, con una firma de paz en el año de 1996, pero la guerra permanece y continúa contra los pueblos indígenas y mestizos pobres. Guatemala es el único país de Latinoamérica donde se califica la guerra de Genocidio contra población indígena civil desarmada.
Después de la firma de los acuerdos de paz, Guatemala vive una ola neoliberal y una nueva fase del capitalismo con la llegada del extractivismo y empresas que implementan megaproyectos y monocultivos de palma aceitera y de caña en casi todo el territorio del país, ademas de que han despojado nuevamente a comunidades completas de sus territorios.
Sin embargo a pesar de esta realidad que nos toca enfrentar como pueblos, la lucha por la defensa de la madre tierra es vigente y permanente, los pueblos seguimos en organización y hacemos y creamos medios para poder contar nuestras realidades. Los pueblos alzamos nuestras voces y nos negamos a esa imposición del capitalista y hacemos comunidad. Somos solidarios.
Para nuestro compañero Jonathan González Quiel, Panamá es el eslabón de procesos continentales. Cuando analizamos la crisis latinoamericana no nos imaginaríamos que Panamá actualmente juega un rol determinante por sus posición geográfica y política. Hoy por hoy, Panamá ocupa uno de los primeros lugares entre los países como destino de paraíso fiscal donde las mafias internacionales blanquean capitales y evaden impuestos y esto no escapa del alcance del gobierno porque resulta que son los políticos criollos los que han generado pase de corrupción y tráfico de influencias para que sea posible el robo descarado de millones de dólares que le pertenecen a nuestros pueblos en América Latina.
Desde el caso de los papeles de Panamá, también llamado “Panama papers” hasta el caso de Odebrecht, queda en evidencia que el sistema está demandando cambios profundos y esto sin mencionar que estos mismos gobernantes le están haciendo el juego a los Estados Unidos en su política monrroista que tiene como ejemplo romper relaciones diplomática con Venezuela y mostrarse en favor de las exigencias de la OEA respecto al conflicto interno de ese país.
A lo interno de Panamá, actualmente se agudizan los conflictos territoriales porque la política estatal va dirigida a partir del modelo de acumulación por desposesión, donde los bienes de la madre tierra son el principal objetivo de despojo. Los procesos hidrocomunitarios han destruido una gran parte del tejido social del occidente de Panamá, por que las hidroeléctricas no solo destruyeron las fuerzas vivas del río sino que desconfiguraron profundamente a las comunidades y esto sin mencionar la minería y los conflictos por termoeléctricas.
Los movimientos sociales hoy demandan paz para sus territorios, una constituyente originaria que garantice democracia directa y que ese crecimiento económico se refleje en los salarios de los trabajadores ya que el efecto de la plusvalía solo pone a ganar a la empresa privada mientras la gran mayoría de los obreros siguen siendo explotados.
Para gran parte de la comunidad internacional es sabido que en Colombia se está llevando a cabo la implementación de los Acuerdos de Paz, para lograr la salida negociada al conflicto armado. Según el instrumento “barómetro” mecanismo que sirve para determinar el avance de la implementación pondera que hay un 18% de avance en la implementación. Esto es, si la implementación del acuerdo es a 10 años, este porcentaje de avance está sugiriendo que de sostenerse las actuales condiciones, mucho antes del 2027 podríamos contar con una Colombia reconciliada a partir de un procesos de profundización democrática derivado de mejorar las condiciones para que la vida en el campo sea decidida por comunidades y poblaciones que la habitan y eligen su uso y vocación de uso. Nada más lejano de la realidad,
no solo porque las fuente presupuestales determinadas para financiar el acuerdo no son adicionales, ni redistribuidas a los objetivos de la implementación, sino porque las fuerzas del orden han determinado que el conflicto armado se traslada, y tal como ocurre en la mayoría de países como Mexico, Guatemala, Nicaragua El Salvador y Brasil, pactos tan sencillos como las garantías de protección para la defensa de vida de organizaciones y defensoras de derechos humanos se están traduciendo en criminalización y judicializaciones (tema de nuestro boletín anterior).
El contexto electoral recrudece las prácticas de corrupción pero también es más evidente la conjunción de fuerzas que desde lo social: pueblos afrodescedientes e indígenas, campesinos, sindicalistas, ecologistas, ambientalistas, estudiantes, el movimiento de mujeres, académicos, gente que de pie y no tan de a pie que critica sobre la acelerada perdida de la biodiversidad símbolo de la riqueza nacional. Con el descando en la biodiversidad también se va rompiendo las relaciones de cuidado comunitaria con los elementos de la naturaleza revocados y auspiciados por el racismo y la discriminación del capital no local. Esto también se manifiesta en actividades económicas lesivas como la minería inconstitucional e ilegal, los grandes megaproyectos para el sector energético como Hidrioituango y la infraestructura para la conectividad y la agroindustria que desplaza y confina.
Por tanto, el desafío es de qué manera deja el movimiento social de convertirse en el caldo del cultivo, o en sujeto que le permite la reacomodación de los relacionamientos desiguales económicos, político, culturales y ademas cómo operamos como proyecto colectivo la satisfacción de nuestras necesidades, el ejercicio de nuestros derechos y la articulación de los mecanismos y experiencias que desarrollemos cuya efeciencia ya está probada en la pervivencia de los pueblos originarios de nuestra Abya Yala.
Necesitamos que la honestidad sea nuevamente la llave de la justicia. y esto no para dejar de enunciarnos socialistas o comunistas, o anarquistas o libertari@s, o zapatistas o cimarronas, o quilimbolas o trans, o ecologistas o feministas, o antiracistas y antiimperialistas. Y necesitamos, de las rutas que planificamos para contarnos nuevamente de qué va eso de la entropía o del equilibrio dentro de las actuales propuestas de organización de los pueblos.
Reflexionar sobre esto, esforzarnos en detener el avance de políticas asesinas, desde un cómo que no sea universal pero que este pensado para articular. Esto lo hacemos sencillo, con la voluntad de querer recordar saber hacer, hacer y transmitirlo. Si las realidades de nuestros pueblos nos exigen alejarnos de los saberes de nuestros pueblos, esta claro que por ahí no es, que lo cuidamos son las raíces para que podamos apreciar las flores. Pasar de la política del caudillismo a la autogestión con lo que hay, disfrutamos ser, en la lección de quienes en prisión nos dicen, luchar no es sacrificio.
Los debates hoy en torno de si fue golpe, si fue golpe constitucional, o si Dilma y Lula están viviendo junto al Partido de los Trabajadores los errores de las izquierdas, reflejados y también con resonancia en otros contextos latino-americanos, donde las llamadas izquierdas afrontan múltiples crisis. Bajo esta situación se están profundizando las tomas del poder de parte de las élites nacionales (y transnacionales), con principios excravocratas y racistas, lo cual se evidencia por ejemplo, en los recortes de sistemas de seguridad social y acceso a bienes y servicios de las que son consideradas las camadas más bajas de la sociedad, de millones y millones que con estas medidas están siendo empobrecidos y llevados a la profundización de condiciones de vulnerabilidad.
No se trata de estar o no de acuerdo con la “política”, con el protagonismo del “Estado”, de hecho se puede estar contra el mismo. Se trata de mirar el momento en los únicos unidos, articulados y organizados para intervenir y administrar los territorios que parecen ser los capitales extractivos que van más allá de los Estados.
Es quizá en ese contexto generalizado de descontento con eso que se ve como “la política” que está planteado el reto de reflexionar sobre eso que llamamos así y, proponer y acercarnos a otras formas y prácticas de lo político, como por ejemplo las que traen y colocan en el debate los pueblos originarios y colectivos urbanos en el continente que en sus formas y prácticas de organización y administración de justicia y del territorio proponen otros valores para cuidar de la Vida.