Las voces de los indígenas no son escuchadas y aún más grave: las voces de los ancianos, de las mujeres y de los niños son todavía mucho más ignoradas. Este trabajo refleja las miradas de los pijaos actuales de dos resguardos: Uno, el de Pocará, localizado entre el Calarma y los Abechucos y otro en Ilarquito, localizado en la dulce Coyaima indiana cerca al Pacandé de Natagaima.
Por: Michel Velásquez Bohórquez y Laura Cala Mejía
Grupo Pijao – Universidad Central – Universidad INPAHU
Se hace a través de la fotografía y del cuento.
En el marco de la Escuela Agroecológica y Territorial Manuel Quintín Lame se llevó a cabo la investigación en torno a los relatos construidos por las comunidades indígenas de Pocará (Ortega) e Ilarquito (Coyaima) a través del cuento y la fotografía.
La Escuela promovió un ejercicio político amplio y basado en el diálogo de saberes entre los integrantes de este espacio: indígenas, campesinos, estudiantes universitarios, mujeres y niños. Todos los escuelantes hacen parte de colectivos de trabajo y de organizaciones a partir de estos elementos construidos colectivamente se pudo trabajar con mayor fluidez los análisis partiendo de lo local y con una premisa fundamental instituida por el líder indígena Manuel Quintín Lame y es el “aprender haciendo”.
La comunicación pareciera que es una tarea única de profesionales y se ha trasladado esa función central de los líderes y dirigentes a expertos externos en la mayoría de los casos. Así por ejemplo las miradas y las palabras desde los dueños del territorio, las comunidades indígenas, no son adecuadamente entendidas y por lo tanto bien transmitidas.
El lente y el lápiz partiendo desde quienes habitan y llenan de significados los territorios, son otras maneras que bien pueden explicar los mundos de los indígenas de la actualidad.
Revisar con otros ojos y otros oídos las miradas y las voces de las comunidades pijao actuales del sur del Tolima es también una oportunidad para reconocer la construcción cultural variada del país y el aporte de los pueblos indígenas a la identidad de Colombia.
Se utilizaron metodologías de investigación basadas en el enfoque Investigación Acción Participación en la medida que permitió orientar el horizonte de trabajo para que la comunidad realizara cómodamente su propia investigación y pudiera a futuro replicar la manera de hacerlo. Cabe reconocer que existía previa confianza en la medida que había realizado acercamientos con anterioridad a las comunidades y se había entendido previamente los procesos de resistencia desde los territorios y también las maneras en cómo se transforma el territorio socialmente, a partir de las jornadas y recorridos realizados colectivamente por el Grupo Pijao.
Desde la etnografía se pudo analizar las respuestas de la comunidad a los prejuicios y la exclusión. Para ello se aprovecharon escenarios construidos colectivamente y también las conversaciones en torno a los mitos y al compartir cotidiano de las comunidades. Así se pudo indagar desde los huertos comunitarios, la historia a través del Mohán, los procesos de elaboración de olla de barro hechos por las mujeres al igual que la chicha, una bebida tradicional de los indígenas que ha permitido grandes tertulias y la conexión entre generaciones.
Durante la implementación de este proyecto se siguieron pautas y técnicas específicas desde la comunicación y la fotografía, campos de formación básica de los investigadores. Se entregaron cámaras análogas que obligan a pensar con detenimiento el concepto y foco de las fotografías y permiten buscar una relación con las historias que se narran. Para la elaboración de los relatos se facilitaron ejercicios de confianza y de inspiración.
Se promovieron aportes libres de la comunidad para la construcción de nuevos contenidos que no limitaron la creatividad de los participantes.
Para el desarrollo de este trabajo se visitó cada uno de los resguardos donde participaron ampliamente los diferentes sectores de la comunidad y en donde se aplicó enfoque diferencial buscando que toda la comunidad pudiera expresar y elaborar propuestas.
¡Homenaje a las semillas criollas, nativas y libres!
“El mejor homenaje que podemos hacer a las semillas criollas y nativas libres, será sembrarlas, cosecharlas, truequearlas e intercambiarlas y hacer con ellas una fiesta en cada lugar donde lleguen o se encuentren. Una fiesta vestida con sus alegres y vibrantes colores, adornada con sus múltiples formas y amenizada con historias que recorran de principio a fin las tierras de los hombres y mujeres pijaos, de todos aquellos y aquellas que quieran unirse y danzar la vida sembrando, viviendo y defendiendo nuestras semillas libres.
Aquí ya estamos celebrando, las semillas han unido nuestras manos, tenemos una misma huella, vamos por los caminos llevándolas o dejándonos llevar por ellas, van caminando con nosotros a la minga para el trueque y ser dispuestas en la huerta, la terraza de quien abre las puertas para dejarlas entrar a su tierra y a su vida.
Hemos ido juntos al corazón de las parcelas, con la fuerza de mujeres, hombres y niños creando sistemas agroforestales, donde palpita y crece la biodiversidad y la armonía. Con esta fiesta llegamos hasta el vivero comunitario donde se multiplica la esperanza y germina la alegría, se suman las manos, las herramientas para hacer sentir más nuestro gozo de ver nuestro sueño cumplido en cada una de nuestras parcelas”.
Elsa Noris Tacumá- Guardiana de Semillas Resguardo Indígena pijao de Ilarquito – Coyaima
“Urbano y la Mohana”
“Érase una vez un señor llamado Urbano, un amante de la pesca en el río Tetúan en especial los domingos. Un día se fue al río y nunca más volvieron a saber de él. Pasó el tiempo y la gente lo dio por muerto así que la comunidad decidió hacerle los rezos de los nueve días, pero el último día de la novena, la gente que estaba reunida lo vieron pasar enseguida y reconocieron a Urbano, inmediatamente fueron a buscarlo pero ¡desapareció! y vino pues el misterio…
Cuentan los demás pescadores que lo veían en el río, que entraba a las casas y se llevaba los fósforos para soplar la candela y asar los pescados sin sal, dicen que en las noches su esposa le dejaba comida.
En la búsqueda llevaban perros y hacían tiros al aire ya que Urbano le temía a esto, hasta que un día lo agarraron y amarraron, enseguida se lo llevaron para la casa y lo dejaron encerrado. Al otro día, fueron a mirarlo y allí no estaba, misteriosamente había desaparecido. Tiempo después lo volvieron a ver, lo cogieron e inmediatamente se lo llevaron al cura para que Urbano fuera bautizado, luego lo hicieron casar. Desde ahí volvió a tener una vida normal.
Urbano cuenta que vio una mujer muy hermosa, de cabellera larga, ojos claros y una cara afilada; afirma que la Mohana lo había encantado y llevado a la cueva donde ella vive.”
Rafael Reyes
Habitante del resguardo indígena de Pocará, Ortega