Mujeres y hombres otomíes, pertenecientes al Congreso Indígena de Gobierno, toman el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas

Texto: Carolina E. Díaz Iñigo – Fotos: Francisco Lion – Colectivo Transdisciplinario de Investigaciones Críticas – COTRIC. – Correo: colectivocotric@hotmail.com

La lucha de los pueblos es por la vida. (Concejala Magdalena García, 17 de octubre 2020, en la toma del INPI, Ciudad de México). 

La toma del Instituto Nacional de Pueblos los Indígenas-INPI, iniciada el 12 de octubre del año 2020 por parte de otomíes residentes en la Ciudad de México, representa la continuidad de una ruptura que inició el año 1994 con el levantamiento zapatista, justo cuando el Estado mexicano anunciaba su fortalecimiento del “progreso” con la entrada al Tratado de Libre Comercio -TLC. La irrupción zapatista cuestionó de raíz la construcción de un Estado nacional que ha negado desde sus orígenes la existencia y derechos de una diversidad de etnias, pueblos indígenas y afrodescendientes en México, país cuyo colonialismo interno y  racismo estructural continúa perpetuando la desigualdad y el despojo hacia estas poblaciones. “Aquí estamos, existimos y resistimos”, fue el legado de hombres y mujeres indígenas de Chiapas en aquel año de 1994. 

El 12 de octubre del 2020, día en que se conmemoran 528 años de resistencia por parte de las poblaciones indígenas y negras y año en el que se cumple el 26 aniversario del levantamiento zapatista,  hombres, mujeres, niñas y niños del pueblo otomí, pertenecientes al Congreso Nacional Indígena-CNI y al Concejo Indígena de Gobierno-CIG, tomaron una de las instituciones que desde su fundación se ha encargado de elaborar políticas públicas dirigidas a la población indígena y negra, lo anterior sin la participación plena de las comunidades, el Instituto Nacional de Pueblos Indígenas.  El indigenismo como política  de Estado ha sido una herramienta del poder para provocar procesos de aculturación que, en nombre del desarrollo y del progreso, inducen la homogeneización de las poblaciones originarias. Paradójicamente, el indigenismo enaltece aspectos culturales de estas poblaciones por medio del folclor.  Sin embargo, en la práctica niega derechos políticos como la autonomía y obstaculiza el pleno ejercicio de comunidades indígenas y sus integrantes en el territorio.

Por esta razón, la irrupción hecha en el INPI es un hecho histórico de suma relevancia que cuestiona justamente el indigenismo de Estado, que ha visto a los pueblos como objetos de políticas públicas y no a sujetos plenos de derecho. Es así que, integrantes del  pueblo otomí pertenecientes al CNI-CIG, demandan el derecho a vivir y existir en la ciudad, poseer una vivienda digna, pues desde el terremoto del año 2017 fueron desalojados de los inmuebles en los que habitaban y desde entonces no cuentan con un espacio digno donde vivir en la ciudad. 

Además, se manifiestan en contra de los megaproyectos neoextractivistas como el Tren Maya, El proyecto Integral Morelos, El Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec y la Refinería de Dos Bocas entre otros. Estos proyectos son una manifestación de la territorialización de los intereses neoliberales sobre la “Madre Tierra” y una violación a los derechos de las poblaciones originarias que habitan estos espacios, pues sólo por medio del despojo y la  inmersión de la población en las viejas lógicas del progreso -donde la mano de obra barata es esencial- pueden llevarse a cabo estos megaproyectos. En este sentido, la toma del INPI es también ejemplo del repudio a la guerra contrainsurgente sobre las comunidades zapatistas del Ejército Zapatista de Liberación Nacional- EZLN, comunidades que desde su levantamiento han resistido al capitalismo, al racismo de Estado y al colonialismo interno.  

El día 17 de octubre del 2020, integrantes de diversos pueblos indígenas que son parte del CNI-CIG, entre ellos y ellas Ma. de Jesús Patricio, su Vocera, acudieron a la toma del INPI para manifestar su solidaridad al pueblo otomí. Marichuy hizo un reclamo al ausente  director del INPI, Adelfo Regino, que en tiempos pasados fuese también integrante del CNI y de la resistencia indígena en México, pero que su nombramiento como director del INPI fue visto por muchos de sus antes compañeros y compañeras de lucha como una traición: “[…] estamos resistiendo porque queremos seguir conservando la vida […] será que al responsable de este espacio ya se le olvidó que es de un pueblo también […] es bien sencillo platicar, pues, que no se quiera es otra cosa. Pero les agradecemos a ustedes […] principalmente mujeres que están aquí al frente[…]”

Magdalena García, una de las concejalas del CNI-CIG manifestó lo siguiente: 

[…] su lucha es nuestra, su dolor es nuestro, es la misma lucha hermanas. Como mazahua indígena residente en la ciudad de México, nuestra lucha es por una vivienda digna, nuestra lucha es por el trabajo, nuestra lucha es por una educación, nuestra lucha es la salud, nuestra lucha es la justicia […] la sed y el hambre de justicia nos trajo aquí en este espacio, es un espacio que corresponde a los pueblos indígenas […] 

Estela Hernández, integrante del Consejo Indígena de Gobierno de Santiago Mexquititlán, Querétaro, hizo una dura crítica al INPI, al indigenismo de Estado y al racismo estructural que ha despojado de humanidad a mujeres y hombres de  pueblos originarios: 

Nosotros sabemos bien de la persecución de la policía, de la persecución del Estado […] nos han querido desaparecer […] Es momento de exigir respeto, es momento de decir ‘somos seres humanos, no somos objetos’. Vamos entrando a este edificio (INPI) y vemos que nos tienen en las paredes, nos tienen ahí como objetos de presunción y que es la misma dinámica de explotación a la que nos han sometido, te tengo decorado, decorada y mira que ya existes. Existir no es estar en los aparadores, existir no es que hablen bonito de nosotros o de nosotras, la realidad dista mucho del discurso […] Es momento de organizarnos, de exigir lo que nos corresponde, los de arriba no lo van a hacer ¿por qué? porque pierden sus intereses económicos.  Nosotros sabemos el dolor que tenemos en común todos los pueblos originarios […] no hay de otra más que organizarnos, alzar la voz, hablar, ya no callar lo que por muchos años nos han venido oprimiendo […]  Esta toma compañeras y compañeros, hermanas y hermanos, no es nada comparado con lo que nos han hecho en estos largos años, más de 500 años, nada comparado y aun así no nos han quitado nuestro idioma,  y aun así tenemos territorio que defender, y aun así les decimos que no nos vamos a dejar, que nos vamos a defender como lo hicieron nuestros abuelos y abuelas.

Así como en el año de 1994, el levantamiento zapatista señaló :  “¿De qué tenemos que pedir perdón? […] ¿De no morirnos de hambre? ¿De no callarnos en nuestra miseria? ¿De no haber aceptado humildemente la gigantesca carga histórica de desprecio y abandono? […] (¿De qué nos van a perdonar? Subcomandante Insurgente Marcos, 18 de enero de 1994). Hoy la toma del INPI en México es un signo de nuestros tiempos, es una respuesta a las vejaciones colonialistas aún vigentes en Abya Yala. Los pueblos originarios resisten, están aquí, son parte del presente y no sólo de un pasado glorioso que aparece en los libros de historia y en los museos. Son el hoy que nos marca la pauta de un futuro posible, “abajo y a la izquierda”, y que nos orienta a seguir siempre bajo los preceptos de no rendirse, no venderse y no claudicar.

1- En el año de 1948 se fundó el Instituto Nacional Indigenista INI, posteriormente en el año 2003 cambia su nombre a  Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas CDI. Actualmente lleva el nombre de Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas INPI.

REPORTAJE FOTOGRAFICO:

 

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